Padre Alberto Hurtado S.J.

Textos del Padre Hurtado que nos muestran otras facetas de las que ya conocemos de él. Su fuerza, creatividad y entusiasmo tenían su origen en su FE en Cristo.

Saturday, June 25, 2005

LA SANTIDAD


Textos escogidos

Alberto Hurtado SJ

- La santidad hace renacer la vida.

- La santidad: una gran confianza en Dios.

- Los santos han sido los hombres de eternidad.

- La santidad es lo mas grande que hay en el mundo, porque es poseer a Dios, tener en la realidad de verdad su vida misma, obrar como El. La santidad se reduce a imitar a Cristo en lo que tiene de Dios por la vida de la gracia, en lo que tiene de hombre por la práctica de las virtudes.

- Un santo es imposible si no es hombre, no digo un genio, pero un hombre completo dentro de sus propias dimensiones.

- Pero para llegar a esa santidad, hay en realidad que sacrificarlo todo; no puede estimarse en poco cualquier cosa a la cual uno se apega. Por poco que esto sea el corazón se apega entero, con tanta fiereza como si se tratara de un bien eximio. Se concentra, intensifica sus afectos... No hay más que un remedio: quitarlo todo, no adherir a nada más que a Dios solo. ¡El santo es el que realiza este deseo!.

- Los santos guardan el equilibrio perfecto entre una oración y una acción que se compenetran hasta no poder separarse, pero todos ellos se han impuesto.

- Dios ha querido al crearnos, que nos santificáramos. Este ha sido el motivo que explica la creación: tener santos en el mundo; tener hijos en los cuales se manifestaran los esplendores de su gracia. Ahora bien, ¿cómo santificarse en el ambiente actual si no se realiza una profunda reforma social?

- Aceptan la invitación a la santidad, porque a esto se reduce en primer término el llamamiento de Cristo: para la conquista de las almas hay que ser otro Cristo, Cristo divinizado por la gracia santificante, Cristo obrando, como Jesús, en pobreza, humillación y dolor, que son las características más claras de la vida del Maestro. Aceptar este ideal es dejar toda ilusión de una vida entregada a la sensualidad y al amor propio, carnal y mundano, y aún al amor espiritual que consista en regalos y consuelos.

- Un gran amor a Cristo, autor y modelo de nuestra santificación. Contemplar con amor su vida para copiar en la mía sus rasgos, para seguir sus consejos, que son dados para el siglo XX, para mí. Y con inmenso valor -eso es tener fe- arrojar la red, lanzarme a realizar el plan de Cristo por más difícil que me parezca... por más que me asistan temores... con la consulta prudente para determinadas resoluciones. Seguir a Cristo y realizar sus designios para mí.

- Hambre de Santidad, de santidad a imitación de Cristo... de santidad pobre, humilde y dolorosa; siervos de Cristo, ¡Redentor crucificado! Y con estos hombres “ser crucificado para el mundo”, como pedía San Ignacio, que no buscan sus comodidades, en honra, ni la fortuna, con estos hombres ir a la conquista del mundo, conquista que más que el fruto de sus palabras, será el fruto de la Gracia de Dios que se transparentará en estas vidas que no tienen nada de lo que el mundo ama y abraza, sino de lo que Cristo amó y abrazó.

- Para ser santo no se requiere pues sólo el ser instrumento de Dios, sino el ser instrumento dócil: el querer hacer la voluntad de Dios. Los que así obran proceden empapados de sobrenatural, engendrados en su obrar de sobrenatural, deificados. La actividad humana se hace santa mientras está unida al querer divino. Lo único que impediría nuestra santificación en el obrar es la independencia del querer divino... Para obrar sobrenaturalmente, para alcanzar el Infinito no hay más que un medio proporcionado: que Dios obre en nosotros, que el Infinito se encarne en nuestra operación.

- Pero para llegar a esa santidad, hay en realidad que sacrificarlo todo; no puede estimarse en poco cualquier cosa a la cual uno se apega. Por poco que esto sea el corazón se apega entero, con tanta fiereza como si se tratara de un bien eximio. Se concentra, intensifica sus afectos... No hay más que un remedio: quitarlo todo, no adherir a nada más que a Dios solo. ¡El santo es el que realiza este deseo!.

- La santidad consiste en ordenar nuestro amor. Voluntad ordenada es la que ama los medios por su razón de medios que lo conducen al fin de su vida (...) Don de Dios es la indiferencia, pero don que requiere mi colaboración quitando de mi el afecto a las cosas criadas en todo lo que es desordenado.

- Imitar a los santos no es copiar un ideal, ni copiar a los santos. Es dejar como ellos que otro conduzca la persona humana adonde no quiere ir, es decir, que el amor la configure desde dentro según la forma que trasciende toda forma para poder llegar a ser un modelo, no una copia.

- Santos, santos, hombres chiflados por su ideal. Para los cuales Cristo sea una realidad viviente, su Evangelio un código siempre actual, sus normas algo perfectamente aplicable a su vida y que trato de vivirlo… Hombres que se esfuercen en amar y servir a sus hermanos, como Cristo los serviría; esos son los conquistadores del mundo: Menos proselitismo y más santidad; menos palabras y más testimonios de vida.

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