Padre Alberto Hurtado S.J.

Textos del Padre Hurtado que nos muestran otras facetas de las que ya conocemos de él. Su fuerza, creatividad y entusiasmo tenían su origen en su FE en Cristo.

Monday, May 30, 2005

¿CÓMO VIVIR LA VIDA?

Alberto Hurtado SJ


Buscamos una orientación consistente y nos sentimos desorientados; la desorientación es tan profunda que nos alcanza a nosotros mismos, educadores.

Razón de esta desorientación: el mundo en que vivimos, dominado por problemas materiales formidables. En unos el problema es cómo ganarse la vida cuando la lucha por la existencia ha llegado a términos formidables; la desocupación que al terminar la guerra pasada inmovilizó a 10.000.000 hombres y que ahora se asoma como espectro en muchos hogares; en otros, la competencia económica de empresas nacionales o extranjeras que concentra todas las energías en una mejor producción y a un menor costo; en el estudiante, su carrera universitaria llena de exigencias en la que teme ver a veces puertas que se le cierran por temor de los que ahora son profesionales, a la competencia de los que vienen detrás de ellos, y al término de sus esfuerzos no sabe qué logrará después de tanto sacrificio.... Situación de profesionales jóvenes que andan a la caza de trabajitos minúsculos porque no hay más. Empleados amargados en su, trabajo sin horizontes, mecánico, incapaz de despertar un entusiasmo y cuyo sueldo no le permite afrontar el problema de su matrimonio... Políticos, asqueados de su propio vocabulario de promesas huecas que se dan cuenta que no afrontan los problemas reales, que no saben cómo solucionarlos.

Soldados que han peleado una guerra.... sin saber por qué, ni qué ha ganado el mundo después de ella. Militares que lucen uniforme y limpian armamento que nunca han de usar ...preocupados con el porvenir y con el ascenso .....

Solteros que no saben cuando se podrán casar; y casados, con mil problemas de corazón, de dinero, de conciencia atropellada a diario y que los hace vivir una vida doble .....

Una amargura está oculta en medio de la trama de la vida, debajo de la máscara de aparentes alegrías, y se acude a diversiones ininterrumpidas, precisamente para desechar ese microbio que, como el de la tisis, está allí limando, royendo el alma. En algunos esa amargura los consume materialmente, a muchos los vence con las mil formas de perturbaciones psíquicas, a algunos incluso los lleva al suicidio.

Si somos sinceros nos daremos cuenta que éste es también en parte nuestro caso; y si aún no ha llegado esa hora... es muy de temer que llegue pronto.

¿Alrededor de qué idea orientarnos? ¿En qué terreno firme edificar una casa que no echen abajo las tormentas?.

¿La religión? Para muchos es una bella canción de cuna de pueblos primitivos; un ideal del corazón, pero que no soporta el test de la edad adulta: una emoción sana, hermosa, pero irrealizable en su forma integral: un ideal que se ve hermoso en unos ejercicios pero que es incompatible en su forma integral con la vida real que hay que vivir ahora.

Y este último aspecto es el que temo sea nuestro enemigo preciso: peligroso a más no poder como esas heladas intempestivas que matan el fruto aun en flor... Y se guardan las prácticas de la religión.... pero no se le entrega lo único que puede satisfacerla: la donación completa de la voluntad decidida a vivir su Fe, a vivirla en cada momento del día y de la noche... con más o menos prácticas, si fuera necesario con menos, pero a vivir por un motivo de fe, a tener los ideales de su fe y a guiarse por ellos, aunque me estén aunque me matasen.

Por otra parte al mirar la vida religiosa ya con ojos de adulto, encuentra uno tanto de que escandalizarse.

Primero: la enorme división de religiones.... sectores inmensos que no conocen siquiera a Cristo...

Dentro de la familia cristiana, tantos millones de protestantes fervientes, generosos, correctos, más morales quizás, que muchos católicos ........

Entre los católicos, tantos motivos de escándalo: la ignorancia, vicios.... superstición de la masa popular, la falta horrenda de caridad de parte de tanta gente culta que parecen contentarse con quererse asegurar un cielo en la otra vida con su dinero, y tomar para sí toda la felicidad en esta tierra.

Los problemas sociales sin solución, sin interesar siquiera a los más ........

Las complicidades aparentes de los eclesiásticos con este egoísmo, a los cuales no siempre se les ve del lado del pueblo oprimido ..... ni tampoco dando testimonio en sus vidas de la doctrina que profesan....

La mezcla irritante de religión y política para cubrir con aquella, tantas atrocidades en nombre del orden.

Por un lado una fuerza brutal que lleva al hombre a lo material, que centra su alma, sus preocupaciones en lo terreno, en lo terreno que necesita, en exigencias que no puede postergar y que se hacen presentes a cada hora, hasta en el sueño de la noche, y tan pronto despierta, allí están ellas.

Y por otro lado al querer asirse de la religión le parece algo tan etéreo, tan poco consistente, tan incierto. Problemas que no sabe resolver y que están allí, a pesar de todo, pidiendo una solución.

Y no hemos dicho nada del ambiente del placer, de la atracción de los sentidos que punza su carne con vehemencia en un mundo todo organizado para gozar. La prensa, la radio, la música, el cine, las mujeres en la calle, las conversaciones, todo habla de esa juventud que se vive una vez, y que él está malogrando, tontamente...

¿Qué sucederá en el alma del joven? En el que está llamado a ser jefe no puede menos de presentarse este problema. ¿Qué será de su vida religiosa? ¿de su fe misma? En muchos sucumbirá..... en otros pasara una crisis mas o menos duradera, en otros saldrá airosa y afianzada y a semejanza de esos árboles plantados, en lo alto del monte: los que resisten quedan más firmemente arraigados y con sus hojas limpias, purificadas de polvo, mientras a su lado yacen muchos tumbados... Pero los más, me temo, harán un compromiso: guardarán su fe, sus prácticas -muchas al menos-, pero no le darán lo único que a la fe puede contentar: una voluntad entera, pronta, toda ella entregada a Cristo para vivir de fe, para hacer en todo la voluntad divina. Esta vida de fe supone un gran amor, un inmenso amor y una renunciación entera: es el holocausto, el sacrificio completo. Pero si no se concibe así, en los que son capaces de concebirla, no durará..... se irá extinguiendo y terminará por no brillar; como con tanta pena lo podernos constatar en quienes un tiempo brillaron externamente, pero sin realizar jamás la entrega completa de sus vidas.

¿Cómo vivir por tanto, mí Vida?

En espíritu de fe. Lo que supone antes que nada comprensión de que Dios es Dios y yo soy yo. Que él lo es todo, la primera, la grande, la inmensa realidad nunca pasada de moda. El primer sitio es el suyo: a su luz deberá mirar todas las demás cosas.

La grandeza inmensa de Dios dominando los mundos todos, los hombres, mi vida y tratando de tener los oídos abiertos para conocer su santísima voluntad, norma de toda mi vida. Para el sacerdote lo mismo que para el seglar esta voluntad divina es la suprema realidad.

1.- La voluntad de Dios es nuestra santificación. Hambre y sed de justicia, de santidad. En la jerarquía de amores o valores, lo primero mi santificación, a velas desplegadas, a pesar de vivir en el siglo XX, o mejor santificándome en el siglo XX y santificando el siglo XX. Y esto no es problema de prácticas, más o menos: es problema de pedir, suplicar, clamar al Señor, el serle fiel en lo grande y en lo chico y la resolución de poner por obra sus inspiraciones y de organizar mi vida en forma que mi santificación sea una gran realidad.

2.- Un gran amor a Cristo, autor y modelo de nuestra santificación. Contemplar con amor su vida para copiar en la mía sus rasgos, para seguir sus consejos, que son dados para el siglo XX, para mí. Y con inmenso valor -eso es tener fe- arrojar la red, lanzarme a realizar el plan de Cristo por más difícil que me parezca.... por más que me asisten temores.... con la consulta prudente para determinadas resoluciones. Seguir a Cristo y realizar sus designios sobre mí.

Mi ideal central es ser otro Cristo, obrar como él, dar a cada problema su solución. El cuadro de mi vida será aquél en que la Divina Providencia me ha colocado, con mis deberes de estado, pero todo realizado cayendo en la cuenta de que Cristo y yo somos uno: que trabajamos.

Entre los deseos más queridos de Cristo está el de que amemos a nuestros hermanos con el mismo amor que él demostró por ellos. Por eso mi vida cristiana, ha de estar llena de celo apostólico, del deseo de ayudar a los demás, de dar más alegría, de hacer más feliz este mundo. No sólo “nota” apostólica sino consagración entera en mi espíritu y en las obras. Una vida sin compartimentos, sin jubilación, sin jornada de ocho o doce horas. Toda la vida entera y siempre para vivir la vida de Cristo. Al avanzar en años disminuye el ritmo vital, el idealismo primero es menos intenso, pero por la fe no disminuirá en nada la consagración de mi vida a Cristo.

Y esto en cualquier género de trabajo. Lo normal en la vida cristiana, al contrario del Ejército, es que al avanzar en años se ocupan puestos secundarios .. Eso no influye en nada. ¡Para lo que Cristo quiera servirse de mí!

3.- Y esta vida de fe, que es sustancialmente un amor alimentado por una intensa vida interior: vida de oración, vida de meditación, vida de sacramentos, vida de ejercicios, vida de lectura espiritual, de amistades espirituales, de ambiente espiritual para poder, sin salir del mundo, ser sal del mundo y su luz.

4.- Así tendremos el cristiano que el siglo XX necesita, realista y santo. Una legión de éstos salvará la humanidad.

BÚSQUEDA DE DIOS


Alberto Hurtado SJ

Muchos continúan pronunciando el nombre de Dios: no pueden olvidar esas enseñanzas que desde pequeños les enseñaron sus padres, pero se han acostumbrado al sonido de la palabra DIOS, como algo cotidiano y se contentan con ella sola, tras la cual no hay ningún concepto; o se contentan con el concepto vacío de toda realidad, o al menos de toda realidad que pueda compararse en lo grande y terrible, en lo tremendo y arrobador a la realidad: Dios.

Estos hombres no niegan a Dios, lo nombran, lo invocan, pero nunca han penetrado su grandeza y la bienaventuranza que puede hallarse en Él. Dios es para ellos algo inofensivo con lo que no hay que atormentarse mucho. La existencia misma de Dios nunca se ha interpuesto en su camino, gigantesca e inaccesible como una montaña. Dios queda en el horizonte como un volcán que está bastante lejos como para no temerle, pero aun bastante cerca para darse cuenta de su existencia.

A menudo Dios no es más que un cómodo refugio mental. Todo lo que es incomprensible en el mundo o en la propia vida se le achaca a Dios: ¡Dios lo ha hecho! ¡Dios así lo ha querido!… A veces Dios es un cómodo vecino a quien se puede pedir ayuda en un apuro o en una necesidad. Cuando no se puede salir del paso, se reza, esto es, se pide al bondadoso Vecino que lo saque del peligro, pero se volverá a olvidar de Él cuando todo salga bien. Estos no han llegado hasta la presencia, hasta la abrumadora proximidad de Dios.

Al hombre siempre le falta tiempo para pensar en El. Tiene tantos otros cuidados: comer, beber, trabajar y divertirse. Todo esto tiene que despacharse antes que él pueda pensar con reposo en Dios. Y el reposo no viene; nunca viene.

Hasta los cristianos a fuerza de respirar esta atmósfera estamos impregnados de materialismo, de materialismo práctico. Confesamos a Dios con los labios, pero nuestra vida de cada día está lejos de Él. Nos absorben las mil ocupaciones, gentes de la casa, del negocio, de la vida social… Todo lo que es más propio del cristiano, conciencia, fe religiosa, espíritu de sacrificio, apostolado, es ignorado y aún denigrado: nos parece superfluo.

Felizmente el alma humana no puede vivir sin Dios. Espontáneamente lo busca… Y cuando lo ha hallado, su vida descansa como en una roca inconmovible; su espíritu reposa en la Paternidad Divina, como el niño en los brazos de su madre.

La hondura de la vida, su belleza, son el fruto del conocimiento de la Divina Amabilidad, de las mercedes que de El emanan y de las fuerzas que Él brinda.

Cuando Dios ha sido hallado, el espíritu comprende que lo único grande que existe es Él. Frente a Dios todo se desvanece; cuanto a Dios no interesa, se hace indiferente. Las decisiones realmente importantes y definitivas son las que yacen en Él.

Hay también un dolor de Dios, dolor indescriptible e inconmensurable que tortura el alma con espanto y asombro. Hay un temor de Dios: el de arrojar una sombra sobre la imagen del Amado. Temor de ofrecer tan poco al que todo se le debe.

Al que ha encontrado a Dios... todas sus dudas están en la superficie, en lo hondo de su ser reina la paz. Lo duro, las contrariedades, se deslizan; en el centro de la vida perdura el conocimiento del ser y del amor de Dios. La entrega del que reposa en Dios es un olvido de sí. No le importa ni mucho ni poco cuál sea su situación, si escucha o no sus preces. Lo único importante es: Dios está presente. Dios es Dios. Ante este hecho calla su corazón y reposa.

Esta confianza es fruto de un magnánimo y humilde amor. Si Dios quita algo, aún con dolor, es Él y eso basta. Esto lo hace feliz y enciende todas las luces de su alma. No es un amor sentimental, es amor sencillo, simple, y que se da por sobre entendido. Es así porque no puede ser de otro modo.

En el alma de este repatriado hay dolor y felicidad al mismo tiempo. Dios es a la vez su paz y su inquietud. En El descansa, pero no puede permanecer un momento inmóvil. Tiene que descansar andando; tiene que guarecerse en la inquietud. Cada día se alza Dios ante él como un llamado, como un deber, como dicha próxima no alcanzada…

El que halla a Dios se siente buscado por Dios, como perseguido por El, y en El descansa como en un vasto y tibio mar. Ve ante sí un destino junto al cual las codilleras son como granos de arena. Esta búsqueda de Dios sólo es posible en esta vida, y esta vida sólo toma sentido por esa misma búsqueda. Dios aparece siempre y en todas partes, y en ningún lado se le halla. Lo oímos en las mugientes olas y sin embargo calla. En todas partes nos sale al encuentro y nunca podremos captarlo, pero un día cesará la búsqueda y será el definitivo encuentro. Cuando hemos hallado a Dios, todos los bienes de este mundo están hallados y poseídos.

AMOR A JESUCRISTO


Textos escogidos
Alberto Hurtado SJ

- Ama a Jesucristo. Hasta tu último suspiro ve apasionándote cada día más por su adorable persona. Estudia, escruta, indaga, expón sin descanso a ti mismo y a los demás, hasta saberlo de memoria, mejor dicho, hasta asimilarte a El, perderte en El. Que El sea enteramente y cada día más el centro de tus pensamientos, el vínculo de tus conocimientos, el fin práctico de cualquiera de tus estudios. Hazlo el objeto moralmente único, el argumento soberano, el arma triunfadora de tu apostolado... como el hombre lleno y poseído de Jesucristo, como el hombre que a propósito o fuera de él, si fuera posible, hable sin cansarse de Jesucristo y hable de la abundancia de Corazón.

- Jesucristo meditado, Jesucristo conocido, Jesucristo amado con una pasión siempre creciente y consecuente consigo misma; esto será, la dignidad de tu vida religiosa, la fuerza, el consuelo, la alegría, la capacidad fructífera, esto será Jesucristo.

- El que ha mirado profundamente una vez siquiera a los ojos de Jesús no lo olvidará jamás. El alma del joven al irse fortaleciendo ha de ir precisando también más y más la verdadera figura de Jesús. Del Jesús Niño ha de ir pasando al Jesús Adolescente, al Jesús Jefe, al Jesús Paciente. Ha de conocer un Cristo enérgico y varonil; el del sermón de la montaña, el que arroja a los mercaderes del Templo, el que calma las tempestades, el que invita a los hombres a seguirlo dejándolo todo por poseerlo a El. Y al mismo tiempo ese Cristo es el Dios bueno que acaricia al pródigo, busca la ovejita perdida, perdona a la Magdalena, defiende a la adúltera y sale en busca de Zaqueo. ? ¡Qué fuerzas sentirá el joven que puede dialogar diariamente con este Cristo en la eucaristía! El director espiritual ha de procurar que los adolescentes y jóvenes conozcan la figura de Cristo no solamente de segunda mano, sino directamente por medio de la Sagrada Escritura. El fin de toda dirección espiritual ha de ser sembrar el amor a Jesucristo en el corazón de los jóvenes, hacer que traben verdadera amistad con Cristo: un contacto vivo, sincero, entre El y ellos.

- Aquí está la clave: creer en Cristo... Viviendo la vida de Cristo, imitando a Cristo, siendo como Cristo. Pero esta imitación de Cristo ¿qué significa?... Supuesta la gracia santificante, que mi actuación externa sea la de Cristo, no la que tuvo, sino la que tendría si estuviera en mi lugar... Ante cada problema, ante los grandes de la tierra, ante los problemas políticos de nuestro tiempo, ante los pobres... ¿Qué haría Cristo si estuviera en mi lugar? Aquí está toda la perfección cristiana: imitar a Cristo en su divinidad por la gracia santificante, y en su obrar humano haciendo en cada caso lo que El haría en mi lugar.

- Santos, santos, hombres chiflados por su ideal. Para los cuales Cristo sea una realidad viviente... Hombres que se esfuercen en amar y servir a sus hermanos, como Cristo los serviría; esos son los conquistadores del mundo. Menos proselitismo y más santidad; menos palabras y más testimonios de vida.

- Un gran amor a Cristo, autor y modelo de nuestra santificación. Contemplar con amor su vida para copiar en la mía sus rasgos, para seguir sus consejos, que son dados para el siglo XX, para mí.

- Mi idea central es ser otro Cristo, obrar como El, dar a cada problema su resolución.

- Al buscar a Cristo es menester buscarlo completo. El ha venido a ser la Cabeza de un Cuerpo, el Cuerpo Místico, cuyos miembros somos o estamos llamados a serlo los hombres, sin limitación alguna de razas, cualidades naturales, fortuna, simpatías... Basta ser hombres para poder ser miembros del Cuerpo Místico de Cristo, esto es: para poder ser Cristo. El que acepta la encarnación la ha de aceptar con todas sus consecuencias y extender su don no sólo a Jesucristo sino también a su Cuerpo Místico.

- Y éste es uno de los puntos más importantes de la vida espiritual: desamparar al menor de nuestros hermanos es desamparar a Cristo mismo; aliviar a cualquiera de ellos es aliviar a Cristo en persona. Por esto nos dijo Cristo que todo el bien o el mal que hiciéramos al más pequeño de sus hermanos a El lo hacíamos. Luego no amar a los que pertenecen o pueden pertenecer a Cristo por la gracia, es no aceptar y no amar al propio Cristo... Por eso Juan nos dice: ¿Si no amamos al prójimo a quien vemos cómo podremos amar a Dios a quien no vemos? ¿Si no amamos a Dios en su forma visible cómo podremos amarlo en sí mismo?

- Cristo vaga por nuestras calles en la persona de tantos pobres dolientes, enfermos, desalojados de su mísera habitación. Cristo acurrucado bajo los puentes en la persona de tantos niños que no tienen a quien llamar padre... Cristo no tiene hogar. ¿No podremos dárselo nosotros los que tenemos la dicha de tener un hogar confortable y comida abundante...?

- Este es mi último anhelo: que se haga una cruzada de amor y respeto al pobre... porque el pobre es Cristo, Cristo desnudo, Cristo con hambre, Cristo sucio, Cristo enfermo, Cristo abandonado. ¿Podemos quedar indiferentes? ¿Podemos quedar tranquilos?

- Al partir, volviendo a mi Padre Dios, me permito confiarles un último anhelo: el que se trabaje por crear un clima de verdadero amor y respeto al pobre, porque el pobre es Cristo. “Lo que hiciereis al más pequeñito, a Mí lo hacéis”.